4 Pero un tal Simón, de la tribu de Bilgá, constituido administrador
del Templo, tuvo diferencias con el sumo sacerdote sobre la reglamentación
del mercado de la ciudad.
5 No pudiendo vencer a Onías, se fue donde Apolonio, hijo de
Traseo, estratega por entonces de Celesiria y Fenicia,
6 y le comunicó que el tesoro de Jerusalén, estaba repleto de riquezas
incontables, hasta el punto de ser incalculable la cantidad de
dinero, sin
equivalencia con los gastos de los sacrificios, y que era posible que cayeran
en poder del rey.
7 Apolonio en conversación con el rey le habló de las riquezas de que
había tenido noticia y entonces el rey designó a Heliodoro, el encargado de
sus negocios, y le envió con la orden de realizar la trasferencia
de las
mencionadas riquezas.
8 Enseguida Heliodoro emprendía el viaje con el pretexto de
inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad
para
ejecutar el proyecto del rey.